Un año...

Hola, les quiero compartir un poco lo que significa para mi cumplir un año en Suecia. Lo trataré de resumir en tres verbos: dejar, encontrar y confiar.
Después de casi dos años de esperar mi visa, se llegó el día en que tuve que partir. Algunos me decían: ¿Por qué se quiere ir? La respuesta fue siempre: “El Señor me llama”. Cuando seguimos a Jesús, debemos aprender como Abraham a saber dejar la tierra… pero en definitiva ¿cuál es mi tierra? ¿soy de la tierra? ¿soy para la tierra? Desde hace años descubrí que soy un peregrino en esta vida, y mi verdadera patria está en Dios, junto a Él. Esto no es un desprecio a mis raíces, sino una mirada de fe, más allá de nuestras fronteras sentimentales. Cuando DEJÉ mi tierra me vine lleno, no venía vacío. A parte de mis dos maletas, una con ropa y la otra con comida; guitarra, computadora y chamarra; me traje un corazón lleno de experiencias de amor sembradas por mi familia, amigos y tanta gente que me he conocido en las parroquias que he servido (mi diócesis). Traje mi fe encendida, en un Dios vivo y operante. En Cristo, solución del Padre Amoroso a toda realidad y en cualquier parte. Vine como testigo de la acción del Espíritu en mí, y si lo ha hecho en mí, lo puede hacer en cualquiera. Además con mi Madre: la Virgen María; y la intercesión constante de mis padres y hermana desde el cielo.

Cuando llegué a Suecia me ENCONTRÉ con mi amiga religiosa Yolis, que pidió mucho a Dios para que yo pudiera venir a servir acá y que ha sido un gran apoyo con sus llamadas y mensajes; durante todo el año. Al día siguiente de mi llegada, el 8 de diciembre me ENCONTRÉ con el obispo Anders quien me ha acompañado desde que empecé mis trámites en México, con su comunicación constante y gentileza. Me ENCONTRÉ con una realidad nueva en un país diverso, con una organización y cultura diversa. Con una comunidad hispana compuesta de muchos países y realidades complejas desde hace 30º 40 años que llegaron, hasta ahora. Pero sobre todo me HE ENCONTRADO de nuevo con Dios, a quien ENCONTRÉ en aquel retiro de Evangelización y en tantos encuentros posteriores me llamó a servirlo. Lo encuentro en la Eucaristía, celebrada en otros idiomas; lo encuentro en la reconciliación tan difícil de hacer en un idioma que no es el mío; lo encuentro cada mañana al orar; esperando en el sagrario en templos vacíos y silenciosos. Pero sobre todo lo he aprendido a ver en el rostro del que no cree en él, en los “nuevos pobres” frutos de la soledad y el secularismo; en ateos o antipáticos; en anticlericales e indiferentes… ahí donde se rechaza a Jesús, es donde más descubro que tienen la necesidad de Él.

Todo este año ha sido un tiempo para CONFIAR. Pues no es en mis estudios, no es en mi corta experiencia de casi 10 años como sacerdote, no es en mi inteligencia o carácter… es sólo en Dios y desde Dios, que podré servir y ser Testigo de su poder en estas gélidas tierras, ante esta realidad humana que en ocasiones me sobre pasa… Pero sé que los que confiamos en Dios, JAMÁS seremos decepcionados. Dios es FIEL!!!
Me sigo encomendando a su oración y pido perdón por los descuidos en mi comunicación con familia y amigos; pero si no les escribo, saben que están en mi pensamiento y sobre todo en el corazón. Desde acá… los bendigo a todos!